“Me atrae el viaje hacia mis propios confines, mis lugares desconocidos”

Entrevista con Adriana Lestido, próxima al estreno de Errante

1

5'

Compartir
“Me atrae el viaje hacia mis propios confines, mis lugares desconocidos”

Retrato de A. Lestido / PH: Fredy Heer

Adriana Lestido, una de las más destacadas fotógrafas argentinas, estrena Errante, su primera película, durante el mes de junio, en la Sala Leopoldo Lugones, el Malba y el Cine Gaumont. Filmada en solitario por la artista y su cámara, durante cuatro viajes al Círculo Polar Ártico que suman unos ocho meses de estadía en el lugar, el documental que ya se presentó en festivales internacionales, fue producido por Lita Stantic y Maravillacine. Disfrutemos BA dialogó con la directora, en vísperas del estreno. 

¿Cuándo surgió el proyecto y cuánto tiempo te llevó concretarlo? 

El proyecto surgió cuando viajé a Tromso en enero de 2019. Hacía tiempo que quería ver las auroras boreales, que más allá de su belleza mágica simbolizan la victoria de la luz sobre las tinieblas. Sólo se ven en invierno cerca del Círculo Polar Ártico, con el cielo oscuro y despejado. Tromso, que es una muy pequeña ciudad al norte de Noruega, es un lugar ideal para eso. Me habían invitado a llevar mi muestra de la Antártida a Berlín y saqué entonces un pasaje por mi cuenta a Tromso. Quería grabarlas en video, registrar su movimiento, cómo aparecen y desaparecen, cómo danzan, cómo se esfuman, y el sonido que las acompaña (que es imperceptible para el oído humano). Hacía tiempo, además, que estaba experimentando con video, aprendiendo el lenguaje. Empecé estudiando Cine, en 1979, y aunque enseguida lo dejé de lado por la fotografía, siempre quedaron latentes las ganas de hacer algo con imagen en movimiento y sonido. Fui entonces a Tromso con la intención de grabar las auroras. Alquilé una pequeña cabaña sobre el mar, en las afueras del pueblo, y allí me instalé. 

Pero estando en el lugar, las auroras pasaron a ser secundarias. Fue muy fuerte lo que sentí ahí, con la luz azulada que dura apenas tres horas, la noche tan larga y básicamente la cercanía del Polo Norte, el imán de la Tierra. Me quedé un mes y en ese lapso, decidí que volvería en todas las estaciones a instalarme alrededor del Círculo Polar Ártico, en Noruega, Islandia y las Islas Svalbard (la zona habitada por humanos más cerca del Polo Norte). Decidí hacerlo como experiencia vital, personal. Un viaje hacia mis propios confines, hacia mis límites. Y que registraría la experiencia con imagen en movimiento y sonido. Me llevó en total más de tres años concretarlo. Fueron cuatro viajes en un lapso de un año y medio. En total 8 meses cerca del Polo. Y después llevó más de dos años de montaje y edición. 


Fotograma de Errante

En 2012 habías trabajado en el Polo Sur, ¿qué es lo que te atrae de los Polos? ¿Por qué quisiste hacer un retrato cinematográfico?

Supongo que me atrae el viaje hacia mis propios confines. Hacia mis lugares desconocidos. Siempre estoy mirando afuera para mirar adentro, como decía mi amado Robert Frank. La idea de ir a la Antártida surgió después de la retrospectiva que hice con mi trabajo, como forma de limpiar internamente y de pasar a otra cosa. De alguna forma, la Antártida fue como una zona de pasaje. De hecho, el libro de fotos y la exposición coincidieron con la publicación de los diarios que llevé durante el viaje. Tuve claro que lo que necesitaba, expresivamente, a partir de la Antártida, era el movimiento dentro de la imagen y el sonido que la acompañara. Que la cámara registrara lo que yo pudiera ver, sentir y escuchar. Como meditaciones visuales, que registrara mi ángulo de visión, lo que sucediera mientras mirara y el sonido que acompañara la visión. La cámara y yo quietas, en silencio, fundiéndonos con el paisaje. 

¿Relacionaste esta experiencia, caracterizada por la soledad, y la posterior situación pandemia- cuarentena que comenzó antes de que terminara tu viaje?

Quizás sí, en cierta forma. Yo necesité viajar sola, sin compañía ni producción ni equipo técnico de apoyo, sola con mi cámara. Que la inmersión interior fuera verdaderamente honda. Poder abismarme para cruzar algún límite personal. La pandemia comenzó al principio del último viaje a Islandia. Pensaba quedarme un mes, llegué el 7 de marzo del 2020. A los dos días, se declaró la pandemia. Se cerró la frontera de Islandia, desaparecieron los turistas (que son más que los habitantes) y me quedé ahí tres meses, hasta fines de mayo, en una granja en las afueras de un pueblo mínimo. Estar ese tiempo tan aislada, recorrer los peligrosos caminos nevados, las rutas, vivir las tormentas de nieve en absoluta soledad, el viento tremendo, fue, a pesar de su dureza, un regalo de la vida que me permitió vivir lo que tenía que vivir. Y llegar al milagro de la primavera, que no sucede en abril como pensaba sino en mayo. Poder ver los deshielos, el pasto, el nacimiento de los animales, sentir el sol otra vez… ¡Fue hermoso!

¿Cómo elegiste los encuadres, el tiempo de cada plano y los horarios en que los filmaste?

Los tiempos tenían que ser largos, como meditaciones. Tenían que permitir entrar en la imagen. Los encuadres son los que me fueron atrayendo para plantarme a contemplar. Siempre reproduciendo el ángulo de visión normal, de frente. Caminaba, recorría, me trepaba, manejaba, e iba parando según lo que fuese surgiendo. Filmé en todos los horarios. Al amanecer, anochecer, de día, de tarde, de noche.

¿Cuál fue el momento más difícil? ¿Tu estación preferida?

Lo más duro fue el otoño en las Islas Svalbard, como decía, es la zona poblada más cercana al Polo Norte, un lugar extremadamente áspero. Fue quizás donde más desamparada me sentí. Y donde más padecí el frío, a pesar de una súper campera que tenía que se bancaba -25 grados C. Pero las manos se me partían de frío, aunque tenía guantes dobles, mucho dolor. Se me hacía muy difícil poder manejar la cámara. Y después, recuperar la sensibilidad normal, varias veces me quedaron bordó, adormecidas del frío. Y entre el viento huracanado y el suelo resbaloso por el hielo, me caí muchas veces. El trípode me hacía de bastón y tenía cadenas en las botas, pero igual. En invierno también pasé por situaciones así, pero fue en Islandia, que es más amable que las Svalbard. Mi estación preferida es la primavera, pero yo anhelaba desde hacía mucho tiempo el blanco. Así que, a pesar de su dureza, disfruté especialmente el invierno. 



Fotograma de Errante

¿Cómo decidiste cuándo la música reemplaza al sonido de la naturaleza?

Las escenas donde se escucha música corresponden a los dos únicos planos grabados desde el interior. Era la música que yo estaba escuchando en ese momento. Y de alguna forma, fue lo mismo que con las demás escenas, el sonido tenía que ser el que acompañara a la imagen en el momento de la imagen. 

¿Qué criterio ordena las secuencias? 

El ordenamiento de las secuencias tiene que ver con reproducir el ciclo vital. Llegar al blanco del invierno, después de la primavera y el otoño, expresar la muerte en sentido figurado, la transmutación que es la base de toda vida, la regla de todo hombre. Y el renacimiento con la primavera, la vuelta a la vida. Como un movimiento que no se clausura, sino que se renueva constantemente. Se corresponde a los tiempos de mis viajes, pero porque en los viajes quería reproducir eso. 

¿Cómo ha sido recibida la película en los festivales?

La prueba de fuego fue el Festival de Mar del Plata. Estaba asustada, soy consciente de que la película es exigente porque va en contra de estos tiempos inmediatos, pide calma y quietud, silencio, bajar la ansiedad. Temía que la gente se aburriera y se fuera. Pero más allá del premio hermoso que le otorgó el PCI, fue conmovedora la recepción del público. La concentración con la que se la vio. La emoción que produjo. El propio viaje que hicieron muchos. Eso creo que es lo más que un autor puede pedir. Que el espectador se olvide de que hay alguien detrás de la cámara y sienta lo que ve como propio, que haga su propio viaje. Que algo se mueva en su interior. Eso sucede. Me emociona mucho. 

Por último, ¿cuáles son tus sensaciones ante el estreno en Buenos Aires? 

Quiero señalar algo que para mí es muy importante. Si bien grabé la película sin producción, para poder terminarla fue fundamental el apoyo de mis productoras, Lita Stantic y Maravillacine. Cuando tuve el primer corte, después de un año y medio de trabajo de montaje con Elizabeth Wendling, con mucha timidez me comuniqué con Lita. No tenía la pretensión de que ella me produjera sino más bien que me orientara para poder terminarla. Lita para mí es mucho más que LA PRODUCTORA argentina, con mayúsculas. Siempre veo las películas que produce, son todas buenas. Se implica en las películas totalmente, con respeto hacia el autor y su creación. No es lo habitual. Además, es un ser humano excepcional, la admiro profundamente en todo sentido. Y la única película que ella dirigió, Un muro de silencio, fue un antes y un después en mi vida. Me ayudó a pasar mi propio muro. Lita se comprometió inmediatamente con Errante y convocó a Maravillacine. Un regalo de la vida para mi película. Gracias a eso se está estrenando. Y para coronar, el inmenso honor de que sea parte del ciclo dedicado a Lita en la Lugones.

Más información: Errante se proyecta del jueves 1° a domingo 4, a las 21 h.; el martes 6 y miércoles 7, a las 18 y el jueves 8 a las 21.30 h. en la Sala Leopoldo Lugones (Av. Corrientes 1530). Entrada: $900. Estudiantes/jubilados: $500.